
Galicia ha dicho sí al cambio político. La noche del 1 de marzo quedará en los anales de la elecciones gallegas como el día en que los gallegos dijeron no al conflicto lingüístico, a la guerra del idioma, a los despilfarros suntuosos y a la negación para afrontar una crisis. A la sumisión de un presidente a un vicepresidente, al mangoneo institucional, al dislate anacrónico, al trasnochado ideario de las galescolas y, en resumen, a la disparatada situación de vivir fuera de tiempo. De esto y de la nueva situación que se plantea por primera vez en el País Vasco, donde un rancio nacionalismo puede , al fin, dejar entrar una ráfaga de aire fresco en las poco ventiladas salas de Ajurianea. ¡ Va por todos los que se alegraron la noche de 1 de marzo!