martes, 13 de enero de 2009

Escuela de escritores

Relato corto.- Concurso de Cocacola
Hay basura. Mucha.
No es sencillo percibirlo con tanta gente aquí, pero si te fijas… bien, es preferible no fijarse. Hay colillas por doquier, polvorientas mesas, vasos rotos de plástico y el suelo está pegajoso. A saber cuanta cerveza se ha caído. Es un ambiente horrible. A las sillas les faltan patas, las paredes están tan agrietadas que es un milagro que todavía no se hayan rendido a su destino y sigan en pie.
A la gente no parece importarle. Bailan todos una danza frenética, al son de esa música monótona y a todo volumen que tanto detestas. Casi te parece que los latidos de tu corazón se adapten al ritmo de la melodía. Ríen y cantan, se besan y bailan, gritan y chocan. Las copas pasan de mano en mano y una llega a las tuyas. Tus manos son suaves, son blancas, los dedos largos y las uñas cuidadas y, definitivamente, una copa no queda bien entre ellas. Ríes a carcajadas cuando te susurran algo, y apuras el contenido esbozando una sonrisa satisfecha y triunfadora.
Conforme oscurece las copas se multiplican y las reacciones se exageran. Tú bailas con unos, con otros, vas a la barra, vuelves y sigues bailando. Lo haces con los ojos cerrados porque no soportas la luz de este local que se enciende y se apaga y tintinean, y que te duele. Pero lo aguantas porque es lo que los demás esperan de ti. Porque es necesario que lo hagas.
Sonríes más, fingiendo una felicidad y una despreocupación que no sientes. Arrugas tu pequeña y pálida nariz cuando te ofrecen a beber algo cuyo sabor (y composición) desconoces, pero es un gesto tan pequeño y dura tan poco que es casi imperceptible y nadie lo detecta. Obviamente, vacías el vaso.
Cuando nadie te ve, o cuando crees que nadie te ve, consigues escabullirte y te encierras en el baño, para vomitar. Al hacerlo sientes como si escupieras tu nueva y carismática personalidad y volvieras a ser vulnerable. Es demasiado fuerte para ti, no llevas el tiempo suficiente saliendo por la noche, pero ¿cómo ibas a rechazarlo? También lloras un poco porque…porque te apetece.
Cuando vuelves con el resto, el ambiente se ha animado aún más. En un escenario apartado hay hombres y mujeres que giran la cadera y agitan los hombros, que hacen movimientos imposibles para otros; volteretas hacía delante, hacia detrás y parece que no están sujetos a la gravedad de este planeta.
El volumen aumenta con disimulo, pero para pero para cuando te das cuenta es ya un estruendo que no te permite pensar con claridad, te molesta y hace que te marees.
Sé que te sientes mal. Que aunque estés rodeada de gente te sientes perdida y sola, que no sabes lo que hacer después y que esto es lo que buscabas, pero no lo que querías. Miras a tu alrededor con los ojos enrojecidos, recorres con la vista este horrible lugar. Es deprimente, ¿qué haces aquí?
Y entonces viene…ese y te agarra de las caderas. Tú le sonríes y te ruborizas. Bailáis, pero tú sabes que sus intenciones no son buenas, mucho menos castas. Al rato, te está besando y tú… te dejas.
Te coge de la mano y dice que salgáis fuera. No. No lo hagas. No quiero.
¿Por qué se han vuelto así las cosas? Nos queríamos, ¿recuerdas? Eras mi amiga? Te has metido en una trampa y no sé si sabrás salir, porque créeme, cuesta. ¿A quién quieres agradar? A mi me gustabas.
Cuando sales me ves. Sabes que te he estado observando toda la noche desde esta esquina. Y me sonríes con los ojos apagados, que lo nuestro ya nunca serán como antes, que no quieres que lo sea, que eres feliz así, ¿lo eres?

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