A lo lejos se ve el paisaje. Un valle serpenteante que se extiende a ambos lados del puente y que camina en la lejanía. Su vegetación difumina el paseo y señala los claros en los que el sendero se convierte en protagonista. El riachuelo sortea las raices de los árboles y se desliza parsimonioso hacia su destino. Es el paseo del Pontiñas, refugio de viandantes , sendero de cicloturistas y hogar de paseo.
La frondosidad de sus árboles, como guardianes de camino, acompaña al caminante solitario por una ruta de continuas alamedas, mudas, llenas de parsimonia y silencio. Sus puentes de madera señalan el camino, serpenteando sobre el riachuelo con subidas y bajadas como toboganes de un eslalon en una ruta de placer. Fiel acompañante del sendero, el río e convierte en caminante de murmullos y cantares, dueño de palabras y señor que riega las raices de los árboles y las hierbas del camino.
El murmullo, ensordecedor, monótono, cadencioso y sereno del agua, tan sólo se interrumpe por pequeñas cascadas que como trampas le entorpecen su deslizar. De vez en cuando se oyen las voces de la gente, un chillido de un niño, o los susurros de dos enamorados que confiesan con palabras su amor duradero. Con los trinos , agudos y cantarines, nos sorprenden a menudo los pájaros que se acercan para dejar constancia de su presencia.
El camino se contagia del olor a hierba fresca, mojada por la savia húmeda del río y perfumada, sin tino, por aromas pestilentes . Nos inunda por doquier un aire fresco que purifica nuestro aliento y da alas al caminante en su peregrinar sin rumbo. La tierra pisada, la tierra que huele a aromas eternos, hecha de barro y polvo del camino; siempre húmeda, siempre seca, siempre hambrienta.
El camino nos permite el cálido contacto, el toque y el roce con el paso del tiempo a través del tronco de los árboles, de la madera de vallados y petriles de los puentes. Tocamos la suavidad de las plantas, la rugosidad de sus tallos, la dureza de sus cortezas que sangran por heridas de maltrato y melancolía. Pisamos la tierra, endurecida por el tiempo, rasgamos sus entrañas y notamos sus estrías forjadas por el agua.
El camino, el sendero, ruta de caminantes, paisaje y recinto de sensaciones y refugio de amantes del paseo, de la naturaleza y de la tranquilidad.
La frondosidad de sus árboles, como guardianes de camino, acompaña al caminante solitario por una ruta de continuas alamedas, mudas, llenas de parsimonia y silencio. Sus puentes de madera señalan el camino, serpenteando sobre el riachuelo con subidas y bajadas como toboganes de un eslalon en una ruta de placer. Fiel acompañante del sendero, el río e convierte en caminante de murmullos y cantares, dueño de palabras y señor que riega las raices de los árboles y las hierbas del camino.
El murmullo, ensordecedor, monótono, cadencioso y sereno del agua, tan sólo se interrumpe por pequeñas cascadas que como trampas le entorpecen su deslizar. De vez en cuando se oyen las voces de la gente, un chillido de un niño, o los susurros de dos enamorados que confiesan con palabras su amor duradero. Con los trinos , agudos y cantarines, nos sorprenden a menudo los pájaros que se acercan para dejar constancia de su presencia.
El camino se contagia del olor a hierba fresca, mojada por la savia húmeda del río y perfumada, sin tino, por aromas pestilentes . Nos inunda por doquier un aire fresco que purifica nuestro aliento y da alas al caminante en su peregrinar sin rumbo. La tierra pisada, la tierra que huele a aromas eternos, hecha de barro y polvo del camino; siempre húmeda, siempre seca, siempre hambrienta.
El camino nos permite el cálido contacto, el toque y el roce con el paso del tiempo a través del tronco de los árboles, de la madera de vallados y petriles de los puentes. Tocamos la suavidad de las plantas, la rugosidad de sus tallos, la dureza de sus cortezas que sangran por heridas de maltrato y melancolía. Pisamos la tierra, endurecida por el tiempo, rasgamos sus entrañas y notamos sus estrías forjadas por el agua.
El camino, el sendero, ruta de caminantes, paisaje y recinto de sensaciones y refugio de amantes del paseo, de la naturaleza y de la tranquilidad.
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